martes, 1 de enero de 2013
The Sage
Llevo el polvo de un viaje
que no puede ser sacudido a distancia
Vive dentro de mí
Y lo respiro cada día.
Tú y yo somos cenizas del ayer
La tierra del pasado viene a la carne,
Erosionada por los ríos del Tiempo
Para las formas que ahora poseemos.
Ven a compartir de mi respiración y mi sustancia,
y se mezclan nuestra corriente y nuestro tiempo.
En momentos brillantes, infinitos,
Nuestras razones se pierden en nuestros ojos.
domingo, 30 de diciembre de 2012
niño siempre
se desliza al trasluz
A la deriva la barca de los niños
(siluetas alegres del crepúsculo)
se desliza, al trasluz.
Ellos mismos la voz de su recuerdo
repiten la extraña profecía.
¿Cuántos años tenéis?
No lo sabemos.
Quizá diez, quizá veinte, quizá treinta
Sólo una cosa es cierta: que aquí estamos
¿qué importa lo demás? ¿Y tú, quién eres,
lector? ¿Hombre o mujer?
No importa: niño.
Niño siempre, pues este tu recuerdo
eterniza tu infancia. Eterno niño,
te duermes escuchando,
relajados los nervios,
tu propia historia sin lógico argumento,
cuento lleno de entrañas y de vida,
de lloros y de estornudos de pimienta,
niño, cerdito y ángel, poesía
hecha de mocos, luciérnagas y estrellas.
Los duendes y las hadas, siempre tuyos,
ha llegado su hora,
regresan a tu lado.
Sal, pues, a recibirlos: pero antes
es pacto ineludible que te duermas.
Tan sólo así despertarás soñando
a ésta tu rara felicidad nocturna.
Duérmete y sueña, y cuando despertares
de este sueño que es tu vida verdadera
(tu vida pura y secreta de la infancia),
eternízala con lápiz de colores.
Escríbela con poca ortografía
y tanto corazón, que sólo baste
a que frunzan el ceño los pedantes.
Y saldrá un libro. Guárdalo. Es precioso.
Su estuche es el armario de los niños.
Que nadie lo abra. Pide a Papá Noel
que te traiga un candado para él
A la deriva la barca de los niños
(siluetas alegres del crepúsculo)
se desliza, al trasluz.
Ellos mismos la voz de su recuerdo
repiten la extraña profecía.
¿Cuántos años tenéis?
No lo sabemos.
Quizá diez, quizá veinte, quizá treinta
Sólo una cosa es cierta: que aquí estamos
¿qué importa lo demás? ¿Y tú, quién eres,
lector? ¿Hombre o mujer?
No importa: niño.
Niño siempre, pues este tu recuerdo
eterniza tu infancia. Eterno niño,
te duermes escuchando,
relajados los nervios,
tu propia historia sin lógico argumento,
cuento lleno de entrañas y de vida,
de lloros y de estornudos de pimienta,
niño, cerdito y ángel, poesía
hecha de mocos, luciérnagas y estrellas.
Los duendes y las hadas, siempre tuyos,
ha llegado su hora,
regresan a tu lado.
Sal, pues, a recibirlos: pero antes
es pacto ineludible que te duermas.
Tan sólo así despertarás soñando
a ésta tu rara felicidad nocturna.
Duérmete y sueña, y cuando despertares
de este sueño que es tu vida verdadera
(tu vida pura y secreta de la infancia),
eternízala con lápiz de colores.
Escríbela con poca ortografía
y tanto corazón, que sólo baste
a que frunzan el ceño los pedantes.
Y saldrá un libro. Guárdalo. Es precioso.
Su estuche es el armario de los niños.
Que nadie lo abra. Pide a Papá Noel
que te traiga un candado para él
Ahora la niñez es de avión por el cielo.
La mía fue de nube. No cambio mi recuerdo.
Aquel rancho, aquel árbol, aquel trigal inmenso,
aquella trilladora que atravesaba el pueblo.
Ahora la niñez es de coche en el viento.
La mía fue de pájaro sobre caballo suelto.
Aquel carro, aquel árbol, aquel poste de hornero
con música en el alma... No cambio mi recuerdo.
Ahora la niñez es de fulgor eléctrico.
La mía fue de lámpara y de luna naciendo.
Aquel poste, aquel árbol aquel arroyo lento
con ángel en la orilla... No cambio mi recuerdo.
Todo está en el ayer como si fuera un cuento.
"La trilladora" llámase, y no tiene regreso.
Dormía nueve meses y despertaba al décimo.
Iba de parva en parva desde noviembre a enero.
Hundiendo alcantarillas y soplando del suelo
- vidrio pulverizado- bandadas de jilgueros.
¡Qué dulce era su canto de sirena, a lo lejos!
Enamoraba al hombre e invitaba al ensueño.
Se perdió en la llanura con su motor de fuego,
su vagón, su casilla, su carrito aguatero.
Un niño la seguía con paloma, y no ha vuelto.
Era callado, triste... No cambio mi recuerdo.
La mía fue de nube. No cambio mi recuerdo.
Aquel rancho, aquel árbol, aquel trigal inmenso,
aquella trilladora que atravesaba el pueblo.
Ahora la niñez es de coche en el viento.
La mía fue de pájaro sobre caballo suelto.
Aquel carro, aquel árbol, aquel poste de hornero
con música en el alma... No cambio mi recuerdo.
Ahora la niñez es de fulgor eléctrico.
La mía fue de lámpara y de luna naciendo.
Aquel poste, aquel árbol aquel arroyo lento
con ángel en la orilla... No cambio mi recuerdo.
Todo está en el ayer como si fuera un cuento.
"La trilladora" llámase, y no tiene regreso.
Dormía nueve meses y despertaba al décimo.
Iba de parva en parva desde noviembre a enero.
Hundiendo alcantarillas y soplando del suelo
- vidrio pulverizado- bandadas de jilgueros.
¡Qué dulce era su canto de sirena, a lo lejos!
Enamoraba al hombre e invitaba al ensueño.
Se perdió en la llanura con su motor de fuego,
su vagón, su casilla, su carrito aguatero.
Un niño la seguía con paloma, y no ha vuelto.
Era callado, triste... No cambio mi recuerdo.
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