Luego de cenar, nos quedamos sentados en la mesa, saboreando un café y charlando sabrosamente con mi amiga.
Después de recordar varias anécdotas, y reírnos mucho, la charla derivo en destapar un viejo Cognac y hablar sobre nuestras historias de amor, relaciones, amores platónicos... y toda circunstancia en donde uno se ve envuelto dentro de un brote sentimental.
Creo haber tocado un punto un tanto sensible, porque luego de unas copas comenzó a mirarme a los ojos un tanto más profundamente y a contarme (entre lineas) como estaba ya harta de su actual pareja, que la mantenía en el estado de comodidad mórbida que da la rutina, como la ahogaban los mismos amigos de siempre, sus familias, sus carreras profesionales y las mismas salidas...
En eso, (y confieso que quería saber algo más al respecto, ya que su pareja no me caía para nada bien) me confesó que soñaba con alguien que era verdaderamente particular. Un chico con un aspecto muy similar al que tendría cualquier mujer. Alguien que había conocido hace tiempo en una ´resentación de un libro... y que desde la primera vez que lo vio, con su belleza femenina a flor de piel, ardía en su cuerpo, el deseo de besarlo muy suavemente. De sentir al rozar su boca con la de el, las arrugas de sus labios, brillantes y juveniles.
Fue encantador verla hablar de esa manera, tan apasionadamente suave que parecía contagiar de un sensual calor cada centímetro cubico de aire en mi cocina. Pero no pasó mas que un instante, para que ella se serene y me explique el miedo que le daba el hecho de seguramente haber idealizado la personalidad de este muchacho.
El problema era, que desde ese momento en donde sintió ese deseo fatal, se encontraba en la disyuntiva de animarse a hacer lo que deseaba o a permanecer para siempre en la eterna descomposición de lo desconocido...
Hubo un silencio, el cual aproveché para prender un cigarrilo, y acomodar mi largo cabello...
miré hacia la puerta y le dije:
- Las idealizaciones tienen sus riesgos, encajan muy poco en el plano sensible. Sería injusto igualmente, permitir que esos labios se marchiten sin que puedas besarlos.
me miro a los ojos, se arrimo lentamente
y me besó.